20 conceptos

A continuación encontrarás algunos conceptos y nombres clave de El Ángel Perdido. Estamos ante una obra tan llena de pistas y detalles, que una consulta periódica a esta sección garantizará al lector un disfrute de la trama mucho más allá de sus páginas.

Adamantas

Literalmente “piedras de Adán”. “Su origen era celestial. Tan únicas como las rocas que se trajo la NASA de la Luna”, dice Javier Sierra. En la novela, Julia descubre la referencia más antigua a su existencia se encuentra en la Epopeya de Gilgamesh.

Amrak

Del armenio, “la caja”. Es una tabla de piedra que, según El ángel perdido, actúa como activadora de las piedras adamanta facilitando que puedan emitir señales de muy alta frecuencia o provocando severas alteraciones electromagnéticas a su alrededor.

Cábala fonética

Disciplina mediante la cual se recurre a la sonoridad de una frase y no a su sentido literal para transmitir un mensaje “secreto” al destinatario. En ella se encuentra el origen de juegos homofónicos contemporáneos como, por ejemplo, la frase “yo lo coloco y ella lo quita”, que puede interpretarse al ser pronunciada en voz alta como “yo loco, loco, y ella loquita”.

Caídas

En varios momentos de El ángel perdido se habla de las “caídas” que ha sufrido nuestra especie. Se trata de momentos en los que la Humanidad ha pasado por el trance de la extinción y que, desde una óptica judeocristiana, se reducen a tres. La primera fue la expulsión de Adán y Eva del Paraíso. La segunda, el Diluvio con el que Dios exterminó a buena parte de nuestros antepasados. Y la tercera, una extinción profetizada pero no consumada, de la que hablaron profetas como Enoc.

Campus Stellae

La novela de Sierra menciona en varias ocasiones este moderno monumento emplazado en uno de los muros interiores de la catedral de Santiago, cerca de la puerta de Platerías. Se trata de una escultura metálica elaborada en 1999, año Santo Compostelano, por Jesús León Vázquez y que representa la idea medieval de que para llegar a Santiago bastaba con seguir el camino de las estrellas o Vía Láctea.

Chester Arthur (1829-1886)

Vigesimoprimer presidente de los Estados Unidos de América. Durante su mandato fundó la Oficina de Inteligencia Naval, precursora de toda la red de servicios secretos de su país. Entre los logros más destacables de su gestión está el de haber creado la gran reserva de los indios Hopi en Arizona en 1882. En la ficción, además, es el impulsor del Proyecto Elías.

Chintamani

Es una de las muchas “piedras comunicantes” de las que hablan todas las tradiciones antiguas del planeta. El término es de origen sánscrito. Al parecer, esta roca refulgente, debidamente activada, servía de “llave” para entrar en el mundo subterráneo de Shambhala, una suerte de paraíso oculto desde donde un grupo de sabios observa la evolución de nuestra civilización.

Día grande y terrible

Expresión que aparece varias veces a lo largo de la novela, y que tiene su origen en un augurio veterotestamentario muy conocido que anuncia el fin del mundo en coincidencia con el regreso del “arrebatado” Elías: “He aquí que Yo os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día de Yahvé, grande y terrible” (Malaquías 3, 23).

Diluvio Universal

Contra lo que muchos todavía creen, no se trata de un mito exclusivamente judeocristiano. Tal y como explica El ángel perdido (págs. 135-136), existen más de un centenar de relatos ancestrales, surgidos independientemente en todas las latitudes del globo, que narran la destrucción de la Humanidad por culpa de una súbita y gigantesca inundación. Entre los más destacados están el cuento hindú de Manu y el pez, en el que un pequeño pez avisa a un hombre de la inundación que está por llegar. O el de Tana y Nena entre los aztecas, que se salvaron de la ira del dios Tláloc cuando éste les advirtió de sus planes para ahogar a los humanos. O el aún más célebre mito griego de Deucalión, cuando Zeus se propone acabar con una humanidad cada vez más arrogante y Prometeo corre a prevenir a su hijo humano Deucalión y a su esposa Pirra de lo que se les viene encima.

Epopeya de Gilgamesh

Redactada en el cuarto milenio antes de Cristo sobre tablillas de barro halladas en Nínive (Irak), se trata del texto literario más antiguo conservado hasta la fecha. Es un relato muy complejo que narra los esfuerzos del rey sumerio Gilgamesh por alcanzar el paraíso de los dioses para reclamarles la inmortalidad que cree merecer. Según esta Epopeya, sólo un humano mereció ese don en el pasado: un monarca prediluviano llamado Utnapishtim, al que los dioses salvaron de morir ahogado al advertirle de la llegada de una gigantesca inundación.

George Carver Jr. (1930-1994)

Experto en seguridad de la CIA interesado en el Arca de Noé. En varias de sus conferencias públicas durante los años ochenta, George Carver llegó a afirmar que la Compañía sabía que “hay algo extraño cerca de la cima del monte Ararat”, inspirando a terceras personas a solicitar la desclasificación de los datos en los que se basaban esas conclusiones a través de la Ley de Libertad de Información (FOIA) americana. Esa desclasificación se produjo un año después de la muerte de Carver, en 1995.

Ignatius Donnelly (1831-1901)

Este abogado, congresista, gobernador de Minnesota y escritor norteamericano ejerció una tremenda influencia en su tiempo con su ensayo Atlantis, the Antediluvian World (1882). A él se debe la extendida idea de que culturas como la egipcia, la hindú o las centroamericanas fueron fundadas por supervivientes de la catástrofe que hundió ese mítico continente. De hecho, Donelly afirma que los reyes y reinas que un día gobernaron la Atlántida se convertirían después de su hundimiento en los dioses de todas las mitologías.

James Irwin (1930-1991)

Pocos saben que el octavo hombre que puso su pie en la Luna, a bordo de la misión Apolo 15, llegó incluso a escribir un libro sobre sus misiones alpinistas al monte Ararat en busca de pruebas de la historia Bíblica. En More than an Ark on Ararat (1985), Irwin admite el fracaso de sus expediciones desde un punto de vista material, pero no así espiritual. Sugiere que el Arca de Noé se descubrirá cuando Dios quiera, no cuando lo deseen los hombres, y desnuda su visión religiosa de la existencia.

Juan de Estivadas

La tumba de este personaje es una de las más célebres de la “iglesia de las lápidas”, Santa María a Nova, de Noia. Esculpida en el siglo XV, muestra el nombre del difunto escrito especularmente sobre el almohadón en el que descansa la efigie de este comerciante y bodeguero gallego. Ese nombre oculta, además, un código fundamental para la trama de El ángel perdido.

John Dee (1527-1698)

Complejo y multifacético personaje del reinado de Isabel I de Inglaterra al que, además de por sus conocimientos científicos, se le conoció por su dominio de las “ciencias ocultas”. Este mago católico carente de cualquier capacidad sobrenatural se asoció en 1581 a un médium de dudosa reputación llamado Edward Kelly con el propósito de abrir un canal de comunicación con ángeles y entidades “del otro lado”. Quiso hacerlo a través de piedras que hacían las veces de vehículo para sus mensajes, convencido de que la magia y la alquimia eran vías tan prácticas y nobles para encontrar a Dios como cualquier otra más ortodoxa. Fruto de sus intentos de comunicación llegó a “recibir” del más allá una extraña lengua que llamó enochiana, y a crear el poderoso talismán geométrico que aparece reproducido varias veces en El ángel perdido. Aunque su fama de mago ha ensombrecido su reputación en otros campos, Dee fue geómetra, cartógrafo, astrónomo y dejó escritas setenta y nueve obras, la mayoría aún inéditas pero conservadas en el Museo Ashmoleano de Oxford.

Lengua enochiana

Idioma supuestamente de origen angélico recibido por John Dee y sus seguidores a finales del siglo XVI, formado a partir de 21 letras, 19 llaves o invocaciones y más de un centenar de inescrutables tablas de letras compuestas hasta por 2.041 caracteres, cuyas combinaciones –aseguraban- permitían establecer contacto con “planos superiores” de la realidad.

Libro de Enoc

Fechado alrededor del siglo II a.C., este libro se atribuye al primer profeta bíblico que fue arrebatado a los cielos por Yahvé, y recorrió las “esferas celestiales” sin haber muerto. El libro es prolijo en detalles sobre la caída de los ángeles y las causas que llevaron a Dios a querer destruir al género humano con el Diluvio Universal.

Monas Hierogliphica

Castellanizada como Mónada Jeroglífica, o simplemente “Monas”, este símbolo creado por John Dee encierra la fórmula para dominar una nueva ciencia compuesta por la cábala, la alquimia y las matemáticas que, en palabras de la experta Frances Yates “habría permitido a quien la profesara subir y bajar por las escaleras del ser, desde las esferas más bajas hasta las más altas; y en la esfera superceleste Dee creyó haber descubierto el secreto para invocar a los ángeles mediante computaciones matemáticas”. Partiendo de ese singular símbolo, a menudo interpretado sólo en clave mágica, El ángel perdido lo disecciona convirtiéndolo en una profecía legible por mentes científicas contemporáneas.

Proyecto Elías

En la ficción, primera operación de los servicios de inteligencia de los Estados Unidos, puesta en marcha por orden ejecutiva del presidente Chester Arthur a finales del siglo XIX y todavía activa. Su objetivo es monopolizar cualquier intento de comunicación con cualquier inteligencia superior. En la actualidad opera bajo el paraguas de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA).

Yezidís

Esta desconocida minoría religiosa y étnica se extiende por los actuales territorios de Irak, Irán, Turquía y Armenia, y juega un papel fundamental en El ángel perdido. No sólo porque uno de sus principales protagonistas, el sheikh Artemi Dujok, pertenece a este grupo de adoradores del “ángel caído” Melek Taus, sino por toda la intrahistoria que esconden. De entrada, los yezidís se consideran descendientes de Adán, no de Eva. Creen en la reencarnación. En la inocencia de Lucifer. Incluso adoran a las serpientes. Todo esto les ha granjeado una peligrosa fama de “adoradores del diablo”, que ha justificado su persecución tanto por musulmanes como por el caído dictador Sadam Hussein. Pero, al tiempo, la atracción de escritores como H. P. Lovecraft –que les dedicó uno de sus relatos de terror- o de satanistas contemporáneos como Anton LaVey.